Historia de la cosmética

La preocupación por la propia imagen no es como tantas otras cosas una invención de nuestros días. El deseo de gustar a los demás tanto como a uno mismo, de sentirse atractivo y especial, es casi tan antiguo como la propia humanidad.

Así, se sabe que los hombres del Paleolítico ya utilizaban la grasa y la sangre de los animales que cazaban, mezcladas con diversas tierras, para colorear de marrón rojizo diferentes partes de su cuerpo y su cabello. Sin embargo, estos primeros contactos con el mundo de la cosmética tenían un carácter predominantemente mágico y religioso, el mismo que tienen en la actualidad los tatuajes y pinturas empleados por numerosos pueblos primitivos.

Fines más narcisistas empujaron a sumerios, babilonios, egipcios, griegos y romanos, a alcanzar conocimientos notables en materia de cosmética que, a través de tablillas, papiros y tratados diversos, han llegado hasta nuestros días.

El siglo XX es el de los grandes descubrimientos científicos, y con ellos empieza el desarrollo de la industria química. La costumbre de hacer cosméticos caseros pierde su difusión y da paso al reinado indiscutible de los productos de la industria cosmética.

Es ahora, a finales de siglo, cuando empieza a renacer el interés por lo natural. Cada vez son más los hombres y las mujeres que prefieren las fórmulas de belleza preparadas a base de aceites vegetales, hierbas y frutas. Los elementos naturales, utilizados desde hace miles de años como los cosméticos más apreciados, demuestran así que sus resultados son insuperables.

Combinando la más moderna tecnología con profundos conocimientos en hierbas, se extracta, concentra y mezcla la prodigalidad de la Naturaleza para el cuidado personal. ¿Cuáles son los resultados? Productos que pueden ayudar a tu piel a tener una apariencia más joven y una sensación más vibrante. Productos que pueden ayudarte a que tu piel refleje tu bienestar interior.